El pasado fin de semana los integrantes de la gran familia de la Natación Master de nuestro país vivimos momentos inolvidables frente a las aguas más mansas del oriente venezolano, el pueblo de Araya nos recibió con los brazos abiertos para darnos cobijo pero a la vez con la desesperación por la incapacidad de aprovechar al máximo la visita de alrededor de mil personas que estuvimos presentes en el evento.
Araya es un pueblo espectacular, mucho más allá de lo que sus mismos pobladores imaginan, muy por encima de lo que nosotros como turistas internos entendemos.
Cuando vamos a playas famosas como Copacabana en Rio de Janeiro o la mayoría de la playas en Florida uno de los detalles importantes es el ancho de la franja de arena; permítame decirle que la playa del pueblo de Araya tiene una franja de aproximadamente 100 mts de ancho donde se puede celebrar cualquier evento que nos pase por la mente y sobraría espacio.
El malecón, si bien es sencillo, está muy bien ubicado frente a la corta avenida principal que a su vez es ancha y cómoda, luego viene una isla y una calle de servicio, por lo tanto las edificaciones no están a la orilla de la playa (como sucede en Tucacas, Chichiriviche, Adícora, etc), Usted siempre tendrá al mar a la vista, sin obstrucción alguna, esta es una característica de los ciudades importantes a orilla del mar. Aparte de eso tiene un bonito muelle con capacidad para recibir catamaranes y ferrys.
Araya cuenta con una laguna natural que produce sal
Esto para nada es común, pero lo mejor de todos es que está a 15 minutos caminando desde la playa, Usted podrá observar la salina y tomar trozos de sal en su estado natural, una experiencia única.
Las aguas son frías pero de una calma tal que pareciera que el tiempo se ha detenido, prácticamente no hay olas, un ciclo de calma infinito, transparente esmeralda, ideal para el relax.
La Real Fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya
Las ruinas de los castillos siempre son un atracción pero en la mayoría de las veces se necesita un vehículo para llegar hasta allí, en Araya no, justo al lado de la playa a tan sólo 200 metros están las ruinas de La Real Fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya, mejor conocido como el castillo de Araya, desde allí se puede observar el pueblo completo, la playa, la salina y sobre todo dos grandes espectáculos de la naturaleza: el fenómeno de la bioluminiscencia de las aguas de la región y los imponentes atardeceres con tonos rojizos y anaranjados.
Los pobladores hacen todo lo posible para que uno se sienta como en casa; vimos músicos de pura guataca reunidas en la plaza interpretando melodías orientales al calor de una botella de cocuy, una escena que muy difícilmente podremos ver en nuestras ciudades; el pescado fresco directamente de los pescadores prácticamente era un regalo por los bajos precios; cualquiera te saluda; no hay desconfianza con el turista, Usted se siente realmente en su casa.
Pero no todo es color de rosa
Lamentablemente siempre existe un pero, no todo es color de rosa. Araya no puede escaparse de la realidad de nuestro hermoso país, el problema de las formas de pago es grave, por una parte sabemos lo difícil que es obtener efectivo y tener que llevarlo encima, pero lo peor allá es que los sistemas de pago electrónico no funcionan, literalmente, no funcionan, prácticamente no hay tarjeta que pase. El internet no es confiable, en una de los locales no tenían internet desde hacía tres días, por ello tampoco aceptaba transferencias; lo único que resolvía en algunos lugares eran los sistemas de pago móvil y algunas operaciones bancarias telefónicas, pero la tecnología no es una fortaleza entre los pobladores. Imagínese Usted la cara de los propietarios con colas para pagar en sus negocios y con una nula capacidad de cobro, sencillamente los clientes se iban sin comprar.
¿Cómo puede suceder eso?
Desde que llegamos nos decían: no salgan sólos, anden siempre en grupo, no salgan después de las diez de la noche. Nos hicieron mención de un enfrentamiento un día antes de nuestra llegada donde murieron dos delincuentes. ¿Cómo puede suceder eso? ¿En un pueblo de tres calles donde todos se conocen?. Nosotros analizamos la situación y llegamos a varias conclusiones que no vale la pena mencionar acá pero es alarmante e inaceptable que la inseguridad de la que tanto nos quejamos en nuestras grandes ciudades haya invadido la quietud de estos pueblos.
Gracias a Dios que siempre hay mucha brisa
Gracias a Dios que el mar les provee un sustento confiable porque los productos de la cesta básica, de higiene personal o de limpieza, que es lo mínimo que pudiera necesitarse, no se consiguen; Usted puede conseguir hasta doce kgs de pescado a cambio de un kg de harina pan. Gracias a Dios que siempre hay mucha brisa pues eso controla los insectos voladores, pero el control de insectos rastreros y roedores es crítico pues no se cuenta con los productos adecuados para contrarrestarlos.
Las posadas más bien son casas adaptadas para recibir temporadistas, muchas de estas adaptaciones crearon problemas de iluminación y ventilación que en muchos casos no son agradables para el turista, es necesario que los dueños de casa que deseen adaptar sus viviendas para recibir a los temporadistas reciban asesoría de profesionales de la construcción de los entes gubernamentales.
Maestra vida camará, te da, te quita, te quita y te da
Desgraciadamente la política está en todas partes, mucha gente se queja, muchos prefieren callarse mientras sobreviven; los locales de comida rápida que están frente al malecón son muy bonitos pero creo que no es necesario colocarles un logo proselitista del gobierno, da pena ajena ver un local vacío por no poder vender con el logo del mismo gobierno que lo ha perjudicado, es tiempo de que entiendan que los gobiernos se parecen a la maestra vida de Rubén Blades: te da, te quita, te quita y te da.
No hay nada igual
En fín, Araya es única, tiene todos los argumentos para ser un destino turístico de lujo, sólo necesita que sus pobladores lo internalicen y que los dirigentes políticos cumplan con sus responsabilidades, las cosas allí no funcionan como deberían pero créanme, Araya no tiene la culpa.
Redacción: Ing. José Anol González
Entorno Inmobiliario